Lúa
- Abril Comas
- 26 jul 2020
- 5 Min. de lectura

¡Un portazo Lúa! ¿Dónde estás?
Pobrecita, te has caído de la cama y yo no me he dado cuenta, con lo frío que tiene que estar el suelo. ¡Ya! Ya veo, tu ricitos de lana y tu vestido azul. ¡Ven! ¡Corre, dame la mano! He oído la puerta cerrarse muy fuerte y viene gritando esas “palarrotas” y rompiéndo cosas, otra vez.
¡Vamos al armario!. Hay que hacerle caso a mami, Lúa. Cuando le oigamos llegar así, vamos corriendo a escondernos en un sitio, diferente cada vez, para que no nos encuentre. Porque como él anda muy despacio y se choca con todos los muebles, desde que abre la puerta nos da tiempo de escondernos bien. Pero ya sabes que el sitio lo tenemos que pensar entre las dos antes de dormirnos, para ir deprisa.
Es que anoche estaba muy cansada, que aunque ya tengo cuatro añitos, el cole de los mayores cansa mucho. Y mientras mamá fregaba el suelo de la cocina, se ve que me quedé dormida en el sofá, y eso que no estabas tú conmigo, Lúa, que sabes que yo sin ti no me puedo dormir, que me da miedo cuando está oscuro.
Mamá me puso “el pete”, me dió un beso en la frente y me tapó con mi mantita de los ositos. Y me dijo que venía ahora y me contaba “La Ratita Presumida”, pero que iba a dejar todo como le gusta a él, para que no se enfadara, si volvía tarde.
Y ahora mira, dice que la cena esa es una mierda y que todo está sucio y que mamá es esa “palarrota” tan fea que no se dice, ya sabes cuál es.
Ese ruido es el plato de la cena que le había hecho mami. Con lo cansada que estaba después de ir a cuidar a la abuela todo el día. La abuela le dijo que ella se lo hacía de pequeño y le gustaba mucho. Que a lo mejor, si le daba en el “lado del gusto” pensaría que era buena esposa, y ya no le pegaba hoy.
¿Qué será eso de esposa, Lúa? Porque mamá es muy buena siempre.
¡Mira, aquí! En este huequecito detrás del armario. Venga, que yo te abrazo, y ponemos delante el cesto de los juguetes. Como las dos somos muy chiquitinas, cabemos, y cuando venga nos quedamos muy calladitas, como dice mami. Así, como no ve bien porque está borracho, se piensa que no estamos.¡Ay, Lúa! Ya le está pegando y tirando las cosas tan fuerte contra la pared. No, Lúa, no me oye porque lloro flojito.
¿Te acuerdas qué triste puso mamá cuando le rompió el Jesusito que le había regalado la abuela? Ése que decía que era para que la guardara de todo mal y la protegiera. Claro, como lo rompió ya no podía protegerla. Él quería, pero ya no podía porque lo tiraron a la basura. Además, si era un bebé, más pequeño que yo. ¿Cómo va a poder un bebé con un señor tan grande?
Mamá quería pegar los trozos con el pegamento del cole, pero eran tan pequeños que no podía. Mami me decía que no, Lúa, pero yo veía que se le caían las lágrimas y se limpiaba los mocos con un pañuelo y las manos le temblaban porque decía que era el último recuerdo que le quedaba de su mamá. Bueno, el último no, porque tenía muchos recuerdos bonitos dentro de la cabeza, que él no le podía romper nunca, aunque le pegase muy fuerte.
Como aquella vez que dejó de gritar que por favor ya no más, y luego ya no la oíamos. ¿Te acuerdas, Lúa?
Sí, fue el día que salimos al balcón, porque ya se sabía nuestros escondites favoritos: dentro
del armario, debajo del escritorio y debajo de la cama. Si es que en casa ya no hay más… Hacía mucho frío, pero yo me puse el “pete”, te metí dentro de mi pijama y me subí la cremallera para que estuvieras calentita. Hasta que oímos que mamá ya no gritaba y la puerta de la calle se cerró muy fuerte. Contamos hasta diez cinco veces, antes de salir, como siempre nos dice mamá. Por si hace como que se va, para engañarnos, y luego vuelve y da con nosotras.
Mamá dice que a ella no le duele, aunque grite mucho y llore, pero a mí cuando me pega me duele mucho. Tú como eres de trapo y blandita, pues no lo notas. Y yo siempre te abrazo fuerte para que a ti no te pase nada. Que un día me acuerdo que me porté mal y te cogió y te cortó una manita con las tijeras de la cocina y se te salió la espumita, esa que llevas dentro. A mí me daba muchas ganas de llorar, y rabia de pegarle. Pero apreté los dientes y lloraba flojito, para que no se enfadara más. Cuando él se fue, mami me dio un abrazo muy fuerte y muchos besos. Después me llevó de la mano hasta el armario grande y sacó una caja donde tenía hilos y agujas, y me dijo que no me preocupara, que era solo como cuando yo me caí del tobogán y me ella puso una tirita. Te cosió la manita y no te dolió nada, ella ya me lo dijo, que no te iba a doler porque primero te iba a dar un besito.
Te quedaste tan guapa cuando te peiné la lanita del pelo y te coloqué bien el vestidito azul.
Luego le dije a mamá si tenía que ponerte una venda, como las que le pone a ella el médico, o maquillaje, de ése de los morados, que se pone ella en la cara y a veces en el cuello y en los brazos. Y me dijo que no, pero yo cogí el lazo blanco que me regalo la tita Roci y te vendé la manita dos días para que se te curase antes. Y como se te veía el hilo, pues hice como la tita Roci, que se hizo un tatuaje en el tobillo. Pero yo te lo hice en la muñeca, y parece que llevas una pulsera, y cuando se te va borrando pues te lo repaso con rotu.
Le hace mucho daño Lúa. La estoy oyendo. Le da muchas patadas. ¿Y si le rompe al hermanito que tiene en la barriguita, qué? Tengo mucho miedo Lúa. Te dejo dentro de mi pijama, me voy a tapar los oídos con las manos y voy a cerrar los ojos muy fuerte. Voy a pensar en cosas bonitas como cuando fuimos a la playa. La tita Roci nos llevó en su coche y las dos se reían mucho de cosas que yo no entendía.
La tita Roci me hacía cosquillas encima de la toalla, y de tanto que me reía se me cayó el “pete” y me salí de la toalla. Como estaba mojada, parecía una croqueta llena de arena. Yo no podía dejar de mirar a mami, porque no tenía la cara triste, como siempre. Se reía mucho, entonces ella se dio cuenta y me lanzó un besito que vino volando hasta mi cara, y también se llenó de arena.
¡Es que no puedo llorar más bajo! Está pidiendo socorro, Lúa ¿Qué hacemos?
Mami dice que pase lo que pase no salgamos nunca del escondite hasta que se
haya ido o se quede dormido.
Tengo mucho miedo ¿Y si nos encuentra, qué?
Ya sé, voy cantar esa canción que me canta mami si ve que lloro:
” Calla mi vida,
no hay que llorar,
duerme y sueña feliz.
Canta y olvida,
al arrullo del mar,
así yo estaré junto a ti”.
Comentarios