Los días negros
- Abril Comas
- 11 oct 2021
- 4 Min. de lectura

Noto otra vez el sabor metálico de la rabia entre el paladar y la lengua.
Quedaron atrás las doce, ya es jueves, pero yo sigo con el miércoles de mierda pegado a la piel.
Uno de esos días, cada vez más frecuentes en mi vida, en los que el atropello de un camión o un infarto fulminante me saben a gloria, a cama de hotel de lujo recién hecha, a pan tostado y café, al sol de un domingo por la mañana. Al fin de mi larga lista de problemas.
Parece que inconscientemente busco la muerte o el sufrimiento de una manera más lenta y silenciosa que las citadas supra. Sobre todo silenciosa. Y por eso me muero despacio de ansiedad, trastornos alimenticios, falta de autoestima y teatro.
Sí, de teatro también. Porque vivir la vida de otro también mata. Porque todo lo que eres y no te gusta que lo demás sepan que eres, está detrás de cada sonrisa fingida, que acaba en una úlcera. Porque cada vez que asiento, por no incomodar a nadie, el cortisol se me dispara y el cuerpo se me tensa como si me persiguiese un león. Mi cerebro me envía señales para que huya o ataque. Pero la educación que me dieron me hace sonreír y evitar el enfrentamiento. Y como yo, tanta gente. Después, universidades de nombres imposibles, de los "yuesei" hacen sesudos estudios durante años, invirtiendo dólares a capazos, para darnos tantos por cientos, indecentes, de personas deprimidas, ansiosas, frustradas... Y dejan para el siguiente estudio, con otra inyección de fondos, que quizás nunca llegue, el porqué.
Quizás nunca llegue porque esta forma de vida, es tan rentable para tanta gente... Las farmacéuticas se hacen de oro desde que la sociedad no nos deja escapar o luchar cuerpo a cuerpo. Nuestras reacciones primitivas no concuerdan con nuestras normas, nuestro sentido de la cortesía, ni con el veganismo, diría incluso a riesgo de ser lapidada en redes y demás foros virtuales.
A lo que iba, que mi idea es morirme discretamente, sin provocar demasiados problemas a nadie. Irme de puntillas y por fin descansar, cerebro en punto muerto. Off.
Cada día que pasa tengo más claro que no he encajado, ni encajo, ni encajaré en esta peli de serie B que es la vida.
Te enseñan unos valores que de después debes traicionar para poder sobrevivir. Si los traicionas lo suficientemente podrás triunfar, y si te los pasas por el forro tendrás dinero y poder. Eso sí, como yo ya soy muy mayor citaré el fragmento de una canción que dice "Teatro, lo tuyo es puro teatro.. " Lo siento, no soy tan mayor para recordar quién la cantaba. Pero puede ponerse al nivel de las "Meditaciones Metafísicas" de Descartes en el plano práctico y está más resumido.
Y mi pregunta es: por qué coño queremos vivir para siempre, si somos tan desgraciados que necesitamos drogas para poder soportar una existencia infumable.
Las legales, por cierto, son tan baratas que es insultante querer pagar cualquier otro tipo de terapia, tan efectivas, que dejan en mantillas la pastilla azul de Matrix, y tan rápidas que los problemas no desaparecen, lo sabemos muy bien, pero es mucho más cómodo adoptar el método Scarlett O'Hara: "Ya lo pensaré mañana". Y como decía mi padre: " Lo que se deja para luego, lleva camino de nunca".
Es curioso cuánto "odiaba" a mi padre por tantas cosas y cómo ahora, casi siempre le recuerdo por las buenas.
Más curioso es aún que, siendo completamente inmune al proselitismo de cualquier creencia sobrenatural en general, y religiosa en particular (muy a mi pesar) y presumiendo de ser tan empírica como Santo Tomás de Aquino, salude a mi padre muerto, de la forma más espontánea, en la figura de cualquier gorrión que se posa en el camino.
Como lo leéis. Me pasa que, desde la semana siguiente a la muerte de mi padre, identifico algo que podría equivaler a su espíritu en gorriones, que se acercan a mí y me miran un instante desde esas cabecitas diminutas, que giran con unos casi imperceptibles espasmos.
Se posan muy cerca de mi cuerpo, casi puedo notar el latido irreverente de su diminuto corazón, me miran. Entonces les digo: "Hola papá" y después levantan un vuelo tranquilo, equilibrado y elegante, que destila la paz del deber cumplido.
Pero estaba hablando de mi vida de cartón piedra, antes que viniese mi padre a posarse delante de mi, cuando está muerto, y a cagarse en mis iniciativas más allá de las establecidas, cuando estaba vivo. Siempre le gustó hacerse notar. Fue un perdedor, pero demasiado orgulloso para aceptarlo.
Día menos uno para volver a casa. O a lo que creo que puede ser mi casa. El chicle infinito del desamor convertido en odio visceral que nos lleva arrastrando por el barro 4 años ha convertido este habitáculo en hostil.
Sea mi casa en el porcentaje, o medida que sea, es mi único hogar. Lo malo es que se parece demasiado a mí. Destartalado y desprovisto de ilusión, los mismos muebles que elegí para otra vida, soportan una cantidad indecente de desorden y desidia.
Después de esta vomitona de bilis, desmiento la mitad de lo que he escrito y me quedo con todo lo bueno. Las sonrisas de ellos, el fin del tiempo en los brazos de él, los viernes noche con mis chicas y todas las cosas pequeñas que me curan la hiel.
Porque después de cagarme en todo, también os digo, que si llega la señora de la guadaña a buscarme ahora mismo, le diría que me pilla fatal.
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