ADAGIO DE SOFÍA
- Abril Comas
- 8 dic 2018
- 2 Min. de lectura
Recojo los pedazos de mi mente y la recompongo en un rompecabezas que encajo de memoria. Pego con esmero los jirones de mi piel. Intento que cada uno encaje en su sitio y nadie note los remiendos. Me coso y recoso como una muñeca de trapo para no desangrar mi relleno.
Como en una pesadilla, en el momento más inesperado, la arena se escapa por un nuevo roto. Sonrío, nadie se dará cuenta si sonrío. Disimuladamente, presiono fuerte con mi mano para parar la hemorragia. Una breve disculpa, y aterrorizada, corro a coser, a recoser donde ya había cosido, a escudriñar los lugares donde la tela se volvía transparente, para zurcir lo que aún no es un agujero. Siento el hastío de la tarea mil veces repetida. Tijeras que cercenan el hilo de la última puntada.
El espejo me devuelve la esperpéntica imagen de un cuerpo tatuado de cicatrices que esbozan en mi piel la orografía de un mapa que recorre los caminos de la memoria.
Flashes violentos me trasladan a cada instante en el que enhebré a escondidas cada aguja y resolví burdas puntadas que dibujaron mi cuerpo desvalido. Ése que al dolor punzante de cada nueva costura se llenaba de fuerza, y con el paso del tiempo acabó por revelarse como un valeroso guerrero.
Me encuentro con mis propios ojos ahora orgullosos, desafiantes y valientes. Y me siento brava e indestructible. Dejo de sostenerme la mirada, y vuelvo a recorrer las costuras. Y para mi sorpresa las percibo bellas, porque el mapa que dibujan en mi cuerpo me obliga a recorrer los fatigosos senderos que me condujeron de la vulnerabilidad a la fuerza. A la certeza de quien puede volver a empezar desde cero; levantarse del barro, sacudir sus miedos y subir de los infiernos a un cielo propio. Y mi hambre de vida vuelve a ser insaciable porque sé que nunca me faltarán las fuerzas para seguir luchando.
Me abandono al abismo del recuerdo y me río a carcajadas, con mis almas no gemelas, de la puta vida que tanto amo, y siento la brisa salada del mar revolviendo mi pelo en las tardes de agosto, y encuentro la pasión en una mirada furtiva y me pinto colores de guerra para volver a luchar por causas perdidas.
Reconozco mi adicción a sentirme viva. Y doy gracias por cada instante de mis días luminosos o grises, de mis noches estrelladas o tenebrosas, de mis batallas ganadas o mis guerras perdidas.
Salgo de mi abstracción y voy percibiendo un sonido monótono que se acerca a mí como un tren que llega desde un horizonte enigmático a la estación de mi conciencia y me devuelve a la realidad. Sin abrir los ojos reconozco la dulce letanía de las gotas de lluvia en el cristal de mi ventana.

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