PARA RECORDAR
- Abril Comas
- 8 dic 2018
- 2 Min. de lectura
Con los zapatos en las manos llegó hasta ella. La contempló con nostalgia, como una foto antigua descubierta por sorpresa en un cajón: el desorden de su pelo en la almohada, sus labios desnudos de carmín y su cuello diáfano.
Sonrió al ver sus pies desnudos fuera de las sábanas. Le evocaron el sonido de su voz la primera noche que pasaron juntos. “Siempre. Da igual el frío que haga. No puedo dormir si mis pies no son libres” y volvió a oír su risa irreverente. Aquella que desapareció años atrás sin dejar rastro alguno. Nunca volvió. En ese instante no supo si la había buscado lo suficiente antes de cerrar el caso.
Depositó su Rolex en el pintoresco vacía bolsillos que Andrea le regaló hacía muchos días del padre. Arrojó juntos al cesto de la ropa sucia su camisa arrugada y su sentimiento de culpa. Rellenó el pijama con su cuerpo y su nombre volvió a ser “Cariño”. Una punzada acudió a su pecho. Se deshizo de ella convirtiéndola en un profundo suspiro.
Se repitió mentalmente cada prueba, numerada, que aportaría en ese juicio que él mismo señaló para la mañana del día siguiente. Se declararía culpable, autor confeso del crimen, sin cómplice alguno. Cometido con nocturnidad, alevosía y ensañamiento como agravantes de su pena, que aceptaría sin recurrir la sentencia.
Reabrió un momento el caso. Se preguntó para qué.
Para recordar como el tiempo secuestró al nudo en el estómago que sentía cuando pasaba dos horas sin ella y lo convirtió en un monstruo capaz de retorcerle los sentimientos hasta que le supieran a hiel.
Para recordar el éxodo de las mariposas que cesaron de revolotear en su estómago, se posaron en la oscuridad y se convirtieron en polillas que le dejaron el corazón lleno de agujeros.
Para recordar la nada que nació como una llaga que le producía un ligero escozor en el alma.
Para recordar que la úlcera luego fue una herida abierta y creció alimentándose de reproches hasta expandirse en una gigantesca grieta.
Para recordar el desfiladero que la cuña de la rutina convirtió en una falla insalvable, aún por los puentes tendidos en nombre del pasado.
Para recordar los puentes construidos con esfuerzos ímprobos que se derrumbaban uno a uno antes de llegar al otro lado.
Para recordar el día que la miró a los ojos y descubrió un espacio enorme y yermo donde la nada lo llenaba todo y los convirtió en desconocidos íntimos.

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